domingo, 6 de diciembre de 2020

341 LECCIÓN

Tan sólo puedo atacar mi propia impecabilidad, que es lo único que me mantiene a salvo. 

1. Padre, Tu Hijo es santo. 2 Yo soy aquel a quien sonríes con un amor y una ternura tan entrañable, profunda y serena que el universo Te devuelve la sonrisa y comparte Tu Santidad. 3 Cuán puros y santos somos y cuán a salvo nos encontramos nosotros que moramos en Tu Sonrisa y en quienes has volcado todo Tu Amor; nosotros que vivimos unidos a Ti, en completa hermandad y Paternidad, y en impecabilidad tan perfecta que el Señor de la Impecabilidad nos concibe como Su Hijo: un universo de Pensamiento que Lo completa. 

2. No ataquemos, pues, nuestra impecabilidad, ya que en ella se encuentra la Palabra de Dios para nosotros. 2 Y en su benévolo reflejo nos salvamos.

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