Tan sólo puedo atacar mi propia impecabilidad, que es lo único que me mantiene a salvo.
1. Padre, Tu Hijo es santo. 2 Yo soy aquel a quien sonríes con un amor y una ternura tan entrañable, profunda y
serena que el universo Te devuelve la sonrisa y comparte Tu Santidad. 3 Cuán puros y santos somos y cuán a
salvo nos encontramos nosotros que moramos en Tu Sonrisa y en quienes has volcado todo Tu Amor; nosotros
que vivimos unidos a Ti, en completa hermandad y Paternidad, y en impecabilidad tan perfecta que el Señor
de la Impecabilidad nos concibe como Su Hijo: un universo de Pensamiento que Lo completa.
2. No ataquemos, pues, nuestra impecabilidad, ya que en ella se encuentra la Palabra de Dios para nosotros. 2 Y en
su benévolo reflejo nos salvamos.
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